Mientras exploraba la red, recientemente me encontré con un video divertido, que mostraba el primer encuentro entre niños y sus ídolos de la infancia. No he visto nada mejor en mucho tiempo, ya que tales reacciones son simplemente tiernas y espontaneas. ¿Te imaginas lo genial que sería caminar por la calle y tropezar con tu artista favorito? Algo así le sucedió a nuestra protagonista de hoy…
Hace unos años, la francesa Karin Gombo puso en práctica su viejo sueño, y viajó con su familia a Nueva York. Caminando por la ciudad, notó a un hombre sin hogar, que rebuscaba en un cubo de basura. Al parecer, una historia bastante ordinaria, en la que no hay nada de sorprendente, sin embargo, lo mejor estaba por llegar…
Karin decidió darle al desamparado un pedazo de pizza. Ella se acercó a él y le tendió el paquete. El hombre le preguntó sobre el contenido del mismo. Gambo trató de explicarle, en una mezcla de francés e inglés mal hablado, que se trataba de una pizza, que ya estaba fría, pero que todavía se puede comer. El hombre le dio las gracias, y dijo: «¡Que el Señor te guarde!».
La mujer continuó, e incluso se olvidó del incidente. Pero, dos días después, la empleada del hotel, en la que residía, le entregó un periódico local con sus fotos. Resulta que Karin no sólo conoció a una persona sin hogar, sino al mundialmente famoso actor Richard Gere. El mismo que Karin alguna vez admiró en «Pretty Woman».
En esos días, se estaba filmando una película, en la que Richard Gere interpretaba el papel de un vagabundo. Karin ni siquiera notó que se encontraba en el centro de un set de filmación. Por lo tanto, no es de extrañar que más tarde todo el mundo se enterara del incidente.
Si bien, en esa ocasión, Karin no ayudó a un verdadero sin hogar, lo cierto es que el gesto es lo que realmente vale. ¡Un acto pura filantropía, digno de admiración! A los ojos de todos los involucrados en el rodaje de esta película, Karin permanecerá para siempre como una buena persona.
Es genial que todavía haya personas capaces de notar a los demás, más allá de sus propias narices. ¡A todas ellas, mil gracias por darnos un rayito de fe en la humanidad!
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