La escritora Nadira Angèle, desde su blog, nos acerca a un tema que, aunque parezca inocente y sin doble sentido, puede hacer mucho daño a la otra persona: La curiosidad por la vida ajena.
Por naturaleza, a todos nos encanta descubrir los secretos ocultos que nos rodean. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en lo que podría sentir o pensar el dueño de esos secretos, en el caso de hoy, las mujeres. Sin más: El lado oscuro de una pregunta indiscreta…
Preguntas incómodas
Imagínate a una mujer, que a sus 30, todavía no tiene hijos.
La gente a su alrededor constantemente le pregunta: «¿Cómo es que todavía no tienes hijos?», «¿Qué estás esperando?», a las que ella, con una sonrisa forzada en su rostro, cada vez inventa nuevas respuestas.
«¡Las horas pasan!», ¡Se te hará demasiado tarde!»– le dicen sus amigas… Ella murmura algo así como: «No estoy lista» o «Voy a pensar en ello».
Luego, al encontrarse a solas consigo misma, la treintañera llora, mordiéndose el labio. Ella llora, porque ha sufrido cuatro abortos involuntarios. Llora, porque, con su marido, desde hace 5 años están tratando de tener un bebé, pero todavía no lo logran. Llora, porque su marido tiene ya dos hijos de su primer matrimonio, y no quiere tener más. Llora, porque, debido a las drogas tomadas, no puede tener un hijo.
Llora, porque su marido es estéril, y el punzante sentimiento de culpa de él está destruyendo su matrimonio. Llora, porque un amigo cercano está a la espera de su segundo bebé. Llora, porque la vecina de enfrente, de 18 años de edad, ya va por su tercer aborto. Llora, porque sus padres y los de él, quieren ver a sus nietos. Llora, porque su vecina, madre de trillizos, los trata como animales.
Llora, porque ella ya había elegido nombres, pero el cuarto de niño continúa vacío. Llora porque nadie anida en su interior… ¡Llora, porque ella sería la mejor madre del mundo!
He aquí a otra mujer, de 34 años, que ya tiene cuatro hijos.
Todos sus amigos le dicen, entre risas: «¡Cuatro! Dios, estás loca, espero que ya hayas parado la fábrica», «¿Han probado protegerse?», «¿Quieres ser dueña de un equipo de fútbol?».
Ella, con una risa forzada, contesta: «Es que estamos llevando a cabo un programa demográfico». Pero, luego, a solas, se muerde los labios, y llora en silencio…
Llora, porque siempre quiso tener una gran familia, y no entiende por qué a la gente eso le molesta. Llora, porque no tenía hermanos o hermanas, y de niña se sintió muy sola. Llora, porque está embarazada de su quinto hijo, y ya es consciente de que le espera un aluvión de burlas.
Llora, porque está cansada de defenderse a sí misma, constantemente. Llora, porque, en el fondo, las dudas de si debía dar a luz a los dos últimos la han atormentado.
Llora, porque quería viajar, pero siempre lo dejó para más tarde. Al mismo tiempo, su amiga de 35 años, ya ha viajado por medio mundo. ¡Llora, porque su marido le pregunta por el sexto, y ella ya no tiene fuerzas!
Por su parte, esta mujer, de 40 años, tiene un solo hijo.
«¿Por qué sólo uno, no quieres más?», «No tendrás otro, ¿verdad?». Ella, con calma, contesta: «Estoy bien, estoy feliz con mi bebé».
Pero, al estar a solas, ella también llora. Llora, porque el nacimiento de su único hijo fue un milagro. Llora, porque su pequeño, desde hace mucho tiempo, le está pidiendo un hermanito o hermanita. Llora, porque su primer parto le costó la oportunidad de concebir de nuevo.
Llora, porque su segundo embarazo tuvo ser interrumpido, a fin de salvar su vida. Llora, porque su marido murió, y no ha encontrado a nadie más.
Llora, porque no puede permitirse el lujo de dejar el trabajo, aunque sea por un mes. Llora, porque la familia apenas puede llegar a fin de mes. Llora, porque sufre de menopausia precoz. Llora, porque ella quiere tener un segundo hijo, pero no puede.
Como has podido apreciar, hasta la más inocente pregunta puede hacer mucho daño. La vida te pone un camino enfrente, síguelo, y no mires a los lados, en dirección a la vida privada de los demás. No sigas los estereotipos, toma tus propias decisiones, y no juzgues las de los demás. Pues, si estuvieras en el caso de alguna de estas mujeres, de seguro no querrías tener que contestar a alguna pregunta indiscreta.
Chicas, no sufran por su destino. Den gracias por las cosas buenas que ya tienen, y no se concentren en lo que les falta. No vivan de las opiniones ajenas. ¡La vida es bella, tal y como es!
¿Qué opinas del tema de hoy? ¿También has tenido que enfrentarte a la curiosidad ajena? ¿Cómo lo has sobrellevado? Comparte tu respuesta con nosotros y con tus amigos de las redes sociales…
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