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La vida de Frida Kahlo

Artista talentosa, bisexual, amante del tequila, y adicta a las drogas… ¡Ella era todo eso, y más!

Frida Kahlo fue una mujer sorprendente. Hoy, sus pinturas se calculan en millones de dólares, se venden en subastas, se almacenan en colecciones privadas y se exhiben en museos y galerías nacionales de todo el mundo.

Sin embargo, muy pocas personas conocen que la juventud de esta talentosa artista mexicana estuvo envuelta en una terrible tragedia.

Frida, la artista

A los 18 años de edad, la joven Frida fue víctima de un terrible accidente entre un autobús y un tranvía. Las consecuencias para Kahlo fueron devastadoras: dislocación del pie y el hombro, 11 fracturas de la pierna derecha, fractura triple de la pelvis, fractura triple de la columna vertebral, fractura de la clavícula y costillas, perforación del estómago y del útero…

En resumen, tuvo que someterse a 32 operaciones quirúrgicas, que la mantuvieron postrada en una cama durante mucho tiempo, usando un corsé ortopédico. La silla de ruedas y el yeso se convirtieron en sus compañeros inseparables, en esa época.

Por aquel entonces, Frida le pidió a su padre pinceles y pintura, así como una camilla especial añadida a la cama, para entretenerse dibujando su tristeza y soledad.

La futura artista sufrió dolores muy fuertes e infernales en su cuerpo y cabeza. Esto explica por qué su obra pictórica siempre giraba en torno a su biografía y a su propio sufrimiento.

Sin embargo, Frida tenía un deseo irresistible de vivir. Ella pintó su yeso, y trató de danzar en una silla de ruedas. «Me río de la muerte para que no se valla lo mejor que hay en mí…» – solía decir.

La artista se ha convertido en un símbolo cultural de México. La década 1944-1954, fue el período más creativo y fructífero de su vida. Además, escribió un diario que, después de su muerte, fue escondido por el gobierno mexicano durante cuarenta años, en un archivo cerrado. El mismo, una vez publicado, inmediatamente se convirtió en un bestseller.

170 páginas llenas de recuerdos de su infancia, dibujos de acuarela y registros francos sobre el doloroso amor por su esposo… Ella manifestó: «En mi vida hubo dos accidentes: uno – cuando el autobús se estrelló contra el tranvía, el otro – es Diego».

Con su marido, el reconocido pintor Diego Rivera, compartió su gusto por el arte popular mexicano de raíces indígenas, así como por las ideas políticas. De ahí el apasionado compromiso con el Partido Comunista.

Diego era 20 años mayor que Frida, gordo, feo, tosco, pero adorado por las mujeres. Y Frida era una mujer coja con las cejas fruncidas. Ella se juró a sí misma que se casaría con él. Y lo conquistó, pero no por su belleza externa, sino más bien por su energía frenética. Ella escribió en un diario. «Diego es mi hijo, Diego es mi amigo, Diego es mi padre, Diego es mi amante, Diego es mi marido, Diego es mi madre, Diego es yo, Diego es todo».

La pareja no tuvo hijos. Las secuelas del accidente, las frecuentes depresiones, las infidelidades del esposo… Todo eso causó que abortara tres veces. «Traté de ahogar mis penas, pero estos bastardos aprendieron a nadar…».

Rivera era consciente de su error, pero no quería cambiar: «Cuanto más fuerte amo a las mujeres, más fuerte quiero hacerlas sufrir», decía. En las pinturas, se retrataba como un sapo asqueroso, con el corazón manchado de sangre de alguna mujer.

Al final, se dice que Rivera cambió a Frida por su hermana menor, seduciendo a la chica. La pareja se divorció, pero un año más tarde volvió a reanudar el matrimonio, pues Frida no pudo vivir sin Diego.

Su extravagante naturaleza liberada se hizo sentir, y ningún dolor fue capaz de domar el temperamento violento de la artista. Ella hablaba mal, fumaba mucho, abusaba del tequila, cantaba canciones indecentes, decía bromas obscenas, organizaba fiestas salvajes y no ocultaba sus conexiones bisexuales.

Durante un tiempo, el Comisario del Pueblo Soviético, León Trotsky, estuvo visitando la casa de artistas comunistas mexicanos. Él fue protegido por Rivera, quien estaba fascinado por sus ideas marxistas.

Sin embargo, cuando la atención de Trotsky hacia Frida Kahlo se hizo evidente para todos, este se vio obligado a abandonar México, para evitar la furia de la pesada mano del marido, quien se moría de celos.

En 1953, la artista realizó la única exposición individual en su país natal, durante su vida. La salud de Frida Kahlo estaba muy deteriorada, y los médicos le prohibieron concurrir a la exposición. Sin embargo, ella llegó en una ambulancia al lugar, sobre una cama de hospital, y fue el centro de la galería. La exhibición resultó ser un rotundo éxito.

Ocho días antes de su muerte, Frida Kahlo creó un cuadro en óleo, que mostraba varios cortes de sandías en tonos vivos, y junto a su firma se podía leer «Viva la vida». Dibujó estos colores vivos, aun con su pie amputado, debido a una infección de gangrena.

Las últimas palabras en su diario fueron: «Espero alegre la salida y espero no volver jamás».

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