Amor es el sentimiento más bello y más amplio que existe. Puede afectar a todas las personas, de varias formas y en diferentes situaciones. ¿Pero qué podría ser más impresionante que el amor de un padre hacia su hijo? Después de todo, un padre es un mentor, un amigo y un ejemplo a seguir… La historia de Rafael Zoeller sólo confirma esto, ya que había recibido de su padre un regalo verdaderamente único.
Rafael tenía tan sólo 8 años de edad cuando su padre se enfermó de cáncer. No dijo nada al respecto a su hijo, por el contrario, juntos habían planeado lo que iban a hacer en el futuro. Por lo tanto, la muerte del padre resultó ser para el pequeño una terrible sorpresa y una gran decepción. Pero luego, las enfermeras le alcanzaron al niño una pequeña caja que contenía las cartas, todas y cada una de ellas escritas por su padre.
Su padre pensó en todo: él firmó cada sobre de una manera especial que indicaría a Rafael, cuándo debía ser abierta cada carta. Y el primero en esta lista era el sobre con la etiqueta «Cuando ya no esté». El niño lo abrió y leyó lo siguiente:
«Mi hijo, si estás leyendo esto, significa que ya estoy muerto. Sí, yo no te dije nada, pero esta era mi decisión. ¿Al fin y al cabo, puedo ser un poco egoísta antes de morir? Sin embargo, aún quiero mostrarte muchas cosas. Prométeme que vas a abrir los otros sobres sólo cuando sucede lo que está escrito en sus etiquetas. Y mantenlo en secreto. Por cierto, ahora que estás a cargo, cuida de tu madre. Para ella no hay cartas — ya ella recibió el coche».
La siguiente carta Rafael abrió cuando tenía 15 años. Aquel día él tuvo un grave enfrentamiento con su madre, a causa de su nuevo novio, y ella incluso le dio una paliza. «La pelea con la madre» — decía la etiqueta del sobre, y dentro estába escrito lo siguiente:
«Habla con tu madre y pídele disculpas. No importa quién empezó o quién fue el culpable. Ella es tu madre y te ama por encima de cualquier cosa en el mundo. Ella te dio a luz en medio del dolor, créeme, sé de qué te estoy hablando. Sólo ve y habla con ella. Te amo. Tu padre».
Rafael le mostró la carta a su madre. Desde entonces, ya no hubo más peleas entre ellos. Pocos años después, el chico abrió el sobre con el escrito «Cuando te hayas convertido en un hombre»:
«Felicidades, mi hijo, sin dudas, la próxima vez te saldrá mejor. Lo sé, la primera vez esto es un poco aterrador. Juzgo por mí mismo, porque mi primera experiencia fue con una prostituta que daba miedo. ¡Y será mejor que no le cuentes sobre eso a tu madre!»
Después de algún tiempo, nació el primogénito de Rafael. La siguiente carta decía:
«Ahora que ya sabes de verdad lo que significa — amar a tu hijo. Tal vez pensabas que la mujer es lo más importante, pero el verdadero amor — es ver a tu bebé, tener a esta pequeña e indefensa criatura en tus brazos. No sé, si mi nieto es un niño o una niña, pero prométeme que guardarás en la memoria todos los momentos de su crecimiento y te convertirás en un ejemplo a seguir para él. Yo sé que tú puedes. Te amo».
Con el corazón encogido, Rafael abría el sobre que tenía escrito: «Cuando murió tu madre».
Entre lágrimas, esperaba algunas frases de consuelo o de explicación, pero… para su desconcierto, la carta contenía sólo cuatro palabras: «Ahora ella es mía». Mientras que en la caja quedaba el último sobre…
A la edad de 85 años, en una cama de hospital, rodeado de dispositivos que lo mantenían con vida, Rafael abrió la última carta de su padre, con el inscrito «Cuando haya llegado tu hora»:
«¡Hola, viejo! Espero que hayas llegado a una edad muy avanzada. Sabes, esta carta fue la primera que he escrito, en medio de la terrible angustia que me mataba, al saber que te estoy dejando aquí, solo. Pensé mucho sobre mi vida, pero te diré ESTO.
¡Aunque no duró mucho, tuve una vida maravillosa! Supongo que ahora sí me entiendes. Yo era tu padre y amaba mucho a tu madre — ¿qué más podía pedir? En estos pensamientos reconfortantes encontré la paz y la conciliación. Te extraño mucho, y el último consejo que te puedo dar es que… no tengas miedo».
Así fue como Rafael siempre sentía la presencia de su padre — su amor lo acompañó durante toda su vida, a pesar de que su padre murió hace muchos años. Vale destacar que el papá de Rafael no era un escritor o filósofo. Era un simple empleado de banco, que ha logrado llevar el amor por su hijo, a través del tiempo y la muerte.
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