En julio de 2014, la estadounidense Kristen Terlizzi se despertó en la unidad de cuidados intensivos. No pasó mucho tiempo después de que naciera su segundo hijo, Leo. Seis semanas antes, los doctores habían descubierto que la placenta había crecido desproporcionadamente en el útero de la mujer.
Esta es una condición muy rara, que los médicos creen que se debe a cambios estructurales en el útero. Casi siempre se observa en un nuevo nacimiento, especialmente si la primera vez se hizo una cesárea.
La vida de Kristen estaba literalmente colgando de un hilo. Los médicos planearon extirpar la placenta quirúrgicamente después del nacimiento de Leo. Pero, cuando los doctores vieron que literalmente no podían encontrar un lugar que no hubiera sufrido, decidieron coser a la paciente, dejando la matriz en su interior.
Unas semanas más tarde, se programó una operación, durante la cual comenzó el sangrado. Los doctores realmente se esforzaron para salvar a la mujer. Para ello, tuvieron que eliminar su útero, el cuello uterino e incluso el apéndice de la mujer.
El sangrado fue tan severo, que los doctores tuvieron que usar 26 porciones de sangre para la transfusión. Por suerte para Kristen y su familia, la operación fue todo un éxito.
Ahora, la mujer vive con su esposo y sus dos hijos en Silicon Valley. Ella trabaja, corre alrededor de 20 millas por día, y solo recuerda la experiencia pasada gracias a una cicatriz en el estómago.
Por cierto, el caso de Kristen es tan interesante desde el punto de vista de la ciencia, que más tarde incluso fue invitada a participar en varias conferencias médicas.
Si no fuera por la sangre del donante, que en este caso era extremadamente necesaria, Kristen no habría sobrevivido. No es de extrañar que digan que si cada persona, al menos una vez en su vida, donara su sangre, más de una vida podría ser salvada.
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