La historia tiene sus manchas, oscuras cicatrices que muchos prefieren olvidar. Cosas ocultas que solo se descubren varias décadas después, de poco a poco.
La época del fascismo dejó su mella en la historia. Sus víctimas y descendientes aún conservan en la memoria los recuerdos de crímenes impensables, que escapan a la conciencia humana. Mucho de lo que sucedió en esa época ya se conoce, sin embargo, ciertos pasajes han conseguido mantenerse a la sombra, hasta hoy…
Hablamos de las esclavas sexuales del fascismo, mujeres que se vieron obligadas a trabajar en ciertas instituciones especiales: los burdeles de los campos de concentración.
Recientes descubrimientos demostraron que estos burdeles no solo servían a los soldados de Wehrmacht, sino también a ciertos prisioneros de los campos de concentración, «premiados» por buena conducta y buen trabajo.
Este tipo de incentivo se introdujo a finales de 1942 por decreto del Reichsführer-SS Himmler. Cuando algún prisionero demostraba ser un verdadero maestro en su oficio, los líderes del campo de concentración intentaban protegerlo, e incluso le pagaban algún pequeño salario monetario.
Esos afortunados prisioneros podían gastar su dinero en comida, cigarrillos, o incluso, visitar un burdel. 15 minutos con una sacerdotisa del amor valían 2 marcos (en comparación: un paquete de cigarrillos costaba 3 marcos). Sin embargo, estos privilegios no se aplicaban a los judios.
Las visitas a los burdeles estaban restringidas. En primer lugar, el interesado debía escribir una petición. Luego, la dirección del campamento decidía si le otorgaba un permiso para visitar la institución, y solo en un tiempo estrictamente asignado.
Al prisionero se le informaba el número de la habitación que debía visitar. Las visitas al burdel eran posibles en el horario comprendido entre las 19 a 22 horas, y el interesado solo tenía permiso por un cuarto de hora. La puerta de cada habitación estaba equipada con una mirilla, y el acto sexual debía realizarse únicamente en la posición del misionero.
La vida de las mujeres no era muy fácil tampoco. Eran alrededor de doscientas, sirviendo en las diez instituciones especiales en los campos de Buchenwald, Dachau, Sachsenhausen y Auschwitz.
Mientras que los militares de rango eran atendidos por prostitutas profesionales, para los prisioneros, las mujeres fueron seleccionadas entre prisioneras de Ravensbrück y Auschwitz-Birkenau.
Para cumplir los requisitos de esclavas sexuales, se seleccionaban mujeres de 17 a 35 años de edad. Muchas eran detenidas por comportamiento antisocial o por evasión del trabajo obligatorio, pero también hubo quien accedía voluntariamente a esta indecente ocupación. Antes de enviarlas a «trabajar», las engordaban durante 10 días. ¡Y lo cierto es que, para muchas, esta era la única manera de sobrevivir!
Los líderes de los campamentos les temían a los brotes de enfermedades de transmisión sexual, por lo que todas las trabajadoras de los burdeles se sometían a un examen médico regular.
Pero con el asunto del embarazo era mucho más fácil. La mayoría de las mujeres estaban tan agotadas, que sus funciones reproductivas disminuían considerablemente. Pero, si alguna sacerdotisa del amor quedaba embarazada, era enviada de regreso al campo de concentración, donde debía abortar.
Después de la caída del fascismo, muchas de estas esclavas sexuales eran simplemente olvidadas, pues no se consideraban formalmente como prisioneras de los campos de concentración. Debido a la vergüenza, la mayoría de estas mujeres permanecían a la sombra, guardando silencio sobre su terrible pasado. Razón por la cual ninguna recibió compensación alguna…
Solo recientemente estas historias salieron a la luz, gracias a un estudio llevado a cabo por el historiador Robert Sommer. Estas mujeres también sufrieron el peso de del yugo alemán, y merecen la comprensión y el respeto del mundo. ¿No crees? Escribe tu opinión respecto a estos sucesos del pasado en los comentarios abajo. Y no olvides compartir el post con tus amigos en las redes sociales.
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