Esta hermosa historia nos cuenta de algo más grande que simples retratos hablados. Un día, una famosa compañía decidió hacer un gran experimento social. Querían averiguar ¿cómo se ven a sí mismas las personas, y cómo las ven otros, y por su puesto, qué tan diferentes podrían ser ambas vistas? ¿Ya te sientes intrigado? Pues, ahí vamos.
Para el experimento fue contratado nada menos que Gil Zamora, un artista que trabajó durante muchos años en la unidad de policía de la ciudad de San José, como experto en la elaboración de retratos hablados de criminales. También fueron invitadas siete mujeres de diferentes razas y edades. Se le pidió a Gil que pintara retratos de mujeres, sin verlas, guiádose solo por la descripción que ellas mismas le daban de su apariencia. Así fue creado el primer boceto. Más tarde, el pintor invitó a otras personas, extraños que por primera vez veían a esas mujeres, minutos antes, y les pedió que le describieran a estas mismas mujeres. Así, guiándose por su descripción, dibujó un segundo boceto.
Los resultados fueron increíbles. Cuando las mujeres, vieron sus dos retratos, no podían contener las lágrimas.
El resultado final fue más impactante de lo que esperaban: en los siete casos, el dibujo hecho a partir de la descripcíon de los extraños, era mucho más bello que el creado por la descripción propia de las participantes. Las mujeres quedaron impresionadas, al ver cuán erronea fue la percepción que tenían de sí mismas.
Resulta que, aún hoy, son muchos los que se sienten demasiado críticos respecto a su apariencia. ¿Cuántos todavía estamos atrapados por este atroz «perfeccionismo» que nos impide aceptarnos como somos realmente? Cuánto tiempo de nuestras vidas gastamos en vano, en una batalla por parecer a los demás, en vez de reconocernos como seres bellos, únicos y sumamente valiosos.
Y no podemos olvidar nunca, que los que nos rodean, nos ven de una manera completamente diferente. Recuerda que ¡eres mucho más valioso de lo que crees!
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