No hace mucho tiempo, en la ciudad italiana de Bolonia ocurrió un caso insólito. En una de las familias, los padres castigaron severamente a su hija de 14 años de edad.
La madre personalmente afeitó a su hija, porque esta se atrevió a desobedecer y no quiso usar el hiyab en público. Al ver los cambios notables en la alumna, los oficiales de la escuela hicieron un llamamiento a las fuerzas del orden. Ahora el destino de la niña y sus hermanas se debate en los servicios sociales.
Los miembros de la familia en cuestión eran de Bangladesh. Desde hace varios años, viven en los suburbios de Bolonia, pero hasta ahora, según el testimonio de los vecinos, estas personas no parecían ser islamistas radicales. La policía tampoco había prestado atención a ellos.
Como se supo después, tanto el padre como la madre no ejercian presión física sobre las niñas. Sin embargo, la presión psicológica era enorme. A las niñas, bajo amenaza de castigo, se les prohibía salir de la casa sin compañía, quitarse el hiyab en la calle o comunicarse con sus coetáneos del sexo opuesto.
Según el alcalde de la ciudad, las acciones de la madre sobre las adolescentes eran la encarnación del autoritarismo paterno inaceptable, que sufrió cuando era menor. ¡Por otra parte, la chica, incluso, contó con el apoyo de la comunidad musulmana local!
Yassin Lafram, coordinador de la comunidad, dijo que la coacción de un niño para forzarlo a aplicar los preceptos islámicos contradice la esencia de la fe, ya que los últimos tienen que ser dictados por el alma. Las niñas están ahora separadas de sus padres. El destino lo determinará el tribunal.
En cuanto a mí, el alcalde y el coordinador de la comunidad musulmana en sí trataron correctamente la raíz del problema. El punto aquí no es el hiyab, sino el abuso infantil de la madre.
El traumatismo provocado, la chica puede padecerlo toda su vida. Y ninguna buena intención puede justificarlo.
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