A través de la historia humana, se hicieron sonar innumerables casos de asesinos sanguinarios. Aún está sin resolver el caso de Jack-el destripador, asesino en serie, que a finales del siglo 19 cazaba prostitutas en Londres.
Es mundialmente conocida la reputación de Vlad III Tepes, príncipe de Valaquia, mediante la mítica figura de Dracula, vampiro, eternamente hambriento por la sangre humana. La aristócrata húngara Elizabeth Báthory, que vivió hace unos 500 años, sigue siendo conocida como la «Condesa Sangrienta».
Todos estos individuos han permanecido en la historia como ejemplos de una crueldad excepcional. Enriqueta Marti, que durante su vida fue llamada «La Vampira de Barcelona», también pertenece a este siniestro grupo.
Nacida en la provincia, Enriqueta, todavía muy joven, se mudó a la capital. Al principio la chica trabajaba como niñera, luego se dio cuenta que, de prostituta, podía ganar mucho más. Llevando la mala vida, logró amasar cierto capital y hasta logró casarse. Pero el matrimonio de Marti duró poco y pronto terminó en divorcio.
Sin embargo, Enriqueta continuó «cocinándose» en este negocio sucio. No queriendo exponerse ella misma, en 1909 la ex-prostituta abrió su propio burdel. Su negocio resultó próspero, y pronto la mujer estrechó relaciones con muchos «peces gordos» de la localidad. Pero el establecimiento de Marti no era un simple burdel…
El «personal» de burdel consistía exclusivamente de menores, de tres a catorce años de edad. Enriqueta atendía a los pedófilos influyentes, seleccionando para ellos esclavos sexuales. Por supuesto, esta pesadilla no podía continuar durante mucho tiempo, y en algún momento el burdel fue cerrado. Sin embargo, alguien de sus antiguos e influyentes clientes le ayudó a la mujer a «salir seca del agua».
La siguiente empresa de la malvada sobrepasó, incluso, el límite de la crueldad de la guarida de pedófilos. Al establecerse en un barrio pobre, la desalmada «Madame» reanudó el negocio, practicando el secuestro de los niños.
Reteniendo al próximo pequeñín, la muy desquiciada lo mataba y de la sangre preparaba un «remedio» para la tuberculosis. La grasa, carne y huesos, los utilizaba para producir cremas y «pócimas milagrosas» para las habitantes más ricas de la ciudad.
Por el día, este monstruo se escondía detrás del disfraz de una mendiga, y por las noches se mezclaba con la alta sociedad. La tragedia duró hasta que, un día, una de las chicas desaparecidas fue vista por los vecinos en la ventana de la casa de la bruja.
Al llegar a la casa, la policía quedó horrorizada. ¡A parte del libro de las «recetas» y las listas de clientes, los oficiales descubrieron que la asesina había matado al menos 40 niños!
Desgraciadamente, para el día del juicio, la malvada mujer ya no estaba con vida. Fue asesinada en la misma cárcel. Presumiblemente, a Enriqueta «la callaron», por encargo de alguno de sus clientes. ¡Los adinerados, que usaban los servicios de la asesina, hicieron todo lo posible para evitar que hablara!
Sin embargo, los consumidores de las cremas no recibieron ningún tipo de castigo. La mayoría de ellos, sin duda, sabían el terrible secreto de la perversa mujer, pero guardaron silencio. Lo más aterrador del caso fue que Enriqueta no tenía ningun tipo de locura.
¡La monstruosidad de esta mujer fue alimentada solamente por pura avaricia! Y la indiferencia, unida a la crueldad y la avaricia, hicieron posible que ocurrieran tales crímenes, solo el pensar en los cuales pone la piel de gallina.
Después de leer la historia de «La Vampira de Barcelona», por la cabeza solo pasan los penzamientos: ¡qué bien que vivimos en otros tiempos! ¿Qué piensas de esta terrible historia? Comparte tus puntos de vista en los comentarios de abajo.
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