La última vez que Mónica Dumoulin habló con sus padres, fue el 15 de agosto de 1942. Por aquel entonces, ella sólo tenía 11 años de edad. Luego de abrazar a su hija, Marcel y Emily se dirigieron al pasto superior a ordeñar las vacas, diciendo que volverían por la noche. En un caso extremo, si estuviera demasiado cansado, el matrimonio regresaría a casa a la mañana siguiente. Sin embargo, nunca volvieron…
Por 75 largos años, el paradero de los Dumoulin fue un verdadero misterio. ¡Sólo recientemente, Mónica obtuvo su respuesta!
En su pueblo natal, en Suiza, los Dumoulin eran muy queridos y respetados. Él, de 40 años de edad, era zapatero. Su mujer, de 37 años, trabajaba como maestra. De los siete hijos de la familia, Mónica era la mayor.
Ella fue la que dio la alarma a la mañana siguiente, cuando se hizo evidente que sus padres habían desaparecido. El cura local organizó un grupo de búsqueda. ¡Todo el pueblo se sumó a la tarea, pero, por desgracia, los Dumoulin solo fueron encontrados 75 años después!
Recientemente, la policía suiza encontró dos cuerpos, cerca del pueblo natal de Marcel y Emily. Durante varias décadas, los cadáveres yacieron en las profundidades de un glaciar, en la montaña Les Diablerets, convirtiéndose en verdaderas momias.
Según un portavoz de la cercana estación de esquí, hace mucho tiempo que estas personas cayeron en la grieta. ¡Finalmente, se aclaró el misterio de la desaparición de los Dumoulin! El hallazgo fue informado rápidamente a la hija de la pareja.
Identificar los restos resultó ser bastante fácil. La mayoría de las cosas estaban perfectamente conservadas. Por ejemplo, he aquí el reloj de bolsillo del Sr.Dumoulin, y las botas con suelas de herraduras, usadas por su señora.
Además, las víctimas llevaban consigo sus documentos. Finalmente, el análisis genético dio la última palabra…
Mónica y su hermana menor, Marceline, al enterarse de la noticia, lloraron de alivio. La anciana explicó: «Ahora que encontraron los cuerpos de mi padre y mi madre, finalmente puedo organizarles un entierro decente».
Por desgracia, después de la muerte de los Dumoulin, el destino de sus hijos no fue el mejor. Las dos o tres primeras semanas, desde el día de la desaparición de sus padres, los siete hijos continuaron viviendo en la casa, por su propia cuenta.
Mónica se hizo cargo de la mayor parte de las necesidades de sus hermanos menores: Lavar, cocinar, limpiar… ¡Pero, ella solo era una niña de 11 años de edad, y esa era una tarea muy difícil!
Después vino lo peor. Cuando se hizo evidente que la pareja no volvería, su casa fue cerrada con llave. Los niños también fueron recogidos, y ni siquiera se les permitió llevar algo consigo, de recuerdo. El cura del pueblo se encargó de sus destinos.
Los pequeños huérfanos fueron repartidos rápidamente entre diferentes familias. Pronto, cada uno tuvo que sufrir, en su propia piel, el trago amargo de su condición de huérfano.
En tan divididas circunstancias, los niños casi no se comunicaban, y han crecido distanciados. Algunas familias, con mucho gusto, los explotaron, como si fueran mano de obra barata…
Ten en cuenta que, en aquellos tiempos, los niños huérfanos, por lo general, no eran tratados como ahora.
Los hijos más pequeños de los Dumoulin no recordaban casi nada de sus padres, pero los más grandes sí han trataron de hallar cualquier rastro de ellos. Hoy en día, de acuerdo con Mónica y Marceline, sus almas finalmente encontraron la paz.
En el entierro, las mujeres de avanzada edad no usarían un vestido de luto negro. ¡Por el contrario, vestirían de blanco, como un símbolo de la esperanza conservada todos estos años!
De esta trágica historia nos llega un recordatorio muy importante: las montañas pueden ser mortales, incluso para los que han vivido allí toda su vida. Los hijos de la familia Dumoulin bien que lo saben…
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