La Europa antes del siglo XIX está envuelta en un halo de misterio y romance. ¿Quién no ha soñado con los mosqueteros de Alejandro Dumas, con sus espadas y sombreros de plumas? Sin duda, esta fue una época realmente hermosa y colorida. No obstante, no todo fue tan bello y pintoresco, como lo pintan los libros de aventuras.
Tomemos por ejemplo la higiene. En la época moderna, prácticamente todo el mundo tiene un baño o ducha en la casa. Sin embargo, hace poco más de cien años, eso se consideraba un verdadero lujo. ¿No lo crees? Pues, así fue… ¡Hasta el siglo XIX, los europeos, en su mayoría, apenas se bañaban!
El abandono del lavado regular era característico de esos tiempos, en gran medida debido al auge del protestantismo, que consideraba al baño un fenómeno vergonzoso.
Lo curioso es que, en la Edad Media, cada ciudad europea contaba con baños públicos. Sin embargo, a partir de 1500 aproximadamente, estos comenzaron a desaparecer poco a poco. Por más extraño que parezca, lo que contribuyó en gran medida a este fenómeno, fue la propagación de la epidemia de la peste negra…
Sucede que los lugares de mayor concentración de personas, los baños públicos, se convertían en los epicentros de propagación de las enfermedades. Los bañistas (sanos y enfermos) apilaban sus ropas por doquier, por lo que las pulgas y demás vectores podían moverse libremente entre ellas. De ahí surgió el temor supersticioso de que el baño era peligroso para la salud.
Erasmus en 1526 escribió: «Hace veinticinco años, nada era tan popular en Brabant, como los baños públicos. Hoy en día, han desaparecido. La plaga nos enseñó a prescindir de ellos».
¡Incluso, los miembros de la realeza llegaron a comentar con orgullo que casi nunca se bañaban! Por ejemplo, la reina Isabel se sentía orgullosa de anunciar que solo se lavó dos veces en su vida: ¡El día de su nacimiento y antes de su boda!
Por el siglo XVII, el baño se consideraba un procedimiento médico y solo se realizaba por prescripción de un facultativo. No obstante, el rey Luis XIV le temía tanto al baño que, luego de tener que hacerlo por orden de su médico, juró no volver a bañarse hasta el final de sus días…
Los europeos del siglo XVIII se lavaban sus manos y la cavidad bucal, solo en caso necesario. La mayoría de las personas trataba de no lavarse la cara, pues creían que esto podría inflamarla, o incluso podrían perder la visión.
Por supuesto, tanto tiempo sin higiene traía consigo malos olores. Las personas intentaban mitigar este problema mediante el uso de perfumes, infusiones de hierbas aromáticas y almohadillas perfumadas, que ocultaban bajo la ropa.
Por cierto, los camisones de seda se volvieron muy populares en esta época, en gran medida, debido al temor a tomar un baño. La razón: protegerse de las chinches y pulgas. Estos insectos no podían adherirse a la resbaladiza tela, por lo que la seda se consideró muy higiénica.
La moda también aportó su granito de arena a la insalubridad de la época. Por ejemplo, en el siglo XVIII, los peinados voluminosos e impresionantes eran muy populares, pero muy difíciles y lentos de hacer. Como es lógico, las damas trataban de mantener tal esplendor el mayor tiempo posible, por lo que el cabello se convertía en el verdadero Edén de los piojos.
Afortunadamente, al llegar el siglo XIX, prevaleció el sentido común, y los médicos comenzaron a hacerle propaganda a la higiene. Sin embargo, la gente común no se convencía tan fácilmente de la utilidad del baño. ¡Especialmente las mujeres, quienes pensaban que la higiene de sus partes intimas podría dejarlas infértiles!
Por cierto, los productos para la higiene femenina eran otro gran problema. Actualmente, es posible comprar tampones en cualquier tienda o farmacia, pero antes las mujeres tenían que prepararlos ellas mismas, de lana o tela.
Incluso, el tan familiar papel higiénico comenzó a formar parte de la vida cotidiana hace relativamente poco tiempo. Fue en 1857, cuando un hombre de negocios de Alemania lanzó por primera vez al mercado unas hojas diseñadas para este propósito. Los rollos de papel aparecieron más tarde, en 1890.
¡Sí, la vida en Europa de los siglos pasados fue hermosa, pero no fue fácil! El desconocimiento, la ignorancia y las supersticiones hicieron de las suyas… De cualquier modo, es bueno conocer un poco de historia para poder apreciar las bondades que nos ofrece el siglo XXI. Comparte este post con tus amigos, seguramente les interesará conocer como fue la vida europea antes del siglo XIX.
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