Traer una nueva vida al mundo es el milagro más grande que una mujer puede hacer. La llegada del bebé, ya sea el primer hijo o el quinto, siempre es maravillosa, pero al mismo tiempo aterradora, dolorosa y muy emocionante.
Sí, es cierto, cuando llega la hora del nacimiento, las emociones son tantas, que el mundo gira solo entorno al bebé y la mamá. Sin embargo, sin la buena mano de estos ángeles, tal vez la felicidad no fuera la misma.
Las siguientes imágenes, compartidas por la fotógrafa Katie Lacer, son testigo de la relevancia, a veces olvidada, de nuestras protagonistas de hoy.
La propia fotógrafa comentó: «Acabo de encontrarme en el lugar correcto y en el momento adecuado. Miré hacia atrás, y vi a una enfermera ayudando a una mujer. Me di cuenta de lo necesario que era mostrar el trabajo de aquellos que siempre están en el anonimato, y de quienes se dice tan poco».
Jill Kraus, viendo la foto de Katie Lacer, escribió un post que inmediatamente explotó en la web: «Nunca olvidaré las caras de las enfermeras que me ayudaron después del nacimiento de cada niño. Cuando estaba tan vulnerable, asustada y cansada, me trataron con toda amabilidad y responsabilidad. Para mí fueron momentos de dedicación y confirmación de que tenía un verdadero apoyo».
Bajo el post de Jill, otras madres comenzaron a contar sus increíbles historias, en recuerdo de la gratitud que les unía a sus enfermeras.
«Siempre recordaré a la enfermera que me ayudó a ir al baño la primera vez después de dar a luz. Estaba sangrando, y era tan humillante, pero esta amable alma no se estremeció. Seguí disculpándome, y ella, para calmarme, me decía que no había nada malo en eso. Nunca olvidaré cómo lavó mis pies, y en ese momento comprendí realmente lo que significa amar a mi prójimo».
«A nadie le gusta hablar de estos momentos después de dar a luz, de que sentimos cómo nuestro cuerpo duele, de cómo tenemos miedo de todo lo relacionado con la maternidad… Y sólo las enfermeras lo entienden todo».
«Nuestra hija nos dejó cuando tenía sólo 23 semanas de edad. Cuando nos decidimos por el segundo hijo, fui al mismo hospital donde nació mi hija. Todas las enfermeras conocían nuestra historia. Cuando mi hijo nació, no respiró. No dejé de sollozar, las enfermeras lloraban conmigo, apoyándome hasta que vi a mi dulce muchacho».
Es tan importante prestar atención y reconocer el trabajo de aquellas que permanecen detrás de la cortina, pero a la vez tan presentes en el momento de la verdad… ¡En nombre de todas las madres, queridas enfermeras, gracias por todo!
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