Recientemente, en Colorado, Estados Unidos, sucedió un hecho insólito. Una chica de doce años, todavía una niña, trató de matar a su madre. ¡Y no solo eso! Resulta que este fue ¡su segundo intento! Cuando el primer intento salió infructuoso, esta delincuente juvenil, sin una gota de vergüenza, emprendió el segundo, exactamente de la misma manera, sin siquiera tratar de disimular sus acciones. Bueno, lo increíble de este asunto es que la razón, por la cual la chica consideró realizar el asesinato, es absolutamente ridícula. Lo que pasó es que, por hacer la niña alguna tontería, su mamá la había castigado, simplemente quitándole a la niña su teléfono iPhone. Y la chica, sin pensarlo dos veces, se decidió por el asesinato. ¡Esta historia parece haber salido de la pluma de Steven King!
Solamente un par de microesquemas en un forro de plástico. Y por esta cosa desalmada, la chica, con el corazón frío, no vaciló en decidir sobre la vida ajena.
El instrumento del crimen, en ambas tentativas de asesinato, fue la lejía convencional. En un principio, cuando la madre percibió el olor del agente químico en su batido de la mañana, pensó que había sido un accidente. Aquella mañana, la chica había estado lavando las ventanas, y la lejía pudo haber caído en la bebida por un acto de imprudencia. Sin embargo, no fue hasta una semana después, que la madre descubrió que la jarra con el agua en su dormitorio también contenía el químico. Lo descubierto la puso en estado de alerta. Y luego de la conversación con su hija, la mujer quedó petrificada. La chica confesó que, en ambas ocasiones, añadió lejía a su bebida a propósito, para vengarse de su madre por haberle quitado el teléfono. Ahora, la chica se encuentra en una institución correccional, acusada de intento de asesinato en primer grado.
Ni siquiera sé ¿qué es más horripilante en esta pesadilla – el hecho de que una niña de doce años haya decidido en serio quitarle la vida a su propia mamá, o el acto de sobreestimar un simple juguete electrónico, quebrantando por él su propia vida y la vida de otra persona? Una cosa queda clara – nadie salió ganando en esta historia. La madre perdió a su hija, la hija – su futuro, y todo – por un tonto pedazo de plástico.
¿Te ha sorprendido esta historia? ¡Compártela con tus amistades, ya que problemas semejantes, aunque en menor escala, ocurren en muchas familias!
Deje su opiñón sobre la publicación