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Sobre el Árctico se cierra el agujero de ozono más grande de la historia

En 1913, los físicos franceses Charles Fabry y Henri Buisson descubrieron la capa de ozono, situada a una altitud aproximada de 25 km sobre el nivel del mar. Esta capa de gas es capaz de proteger el planeta de la destructiva radiación ultravioleta del Sol. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, la humanidad comenzó gradualmente a destruirla…

Con las investigaciones, se descubrió que su destrucción se debe mucho a la acción del cloro que se libera durante la producción de las grandes industrias. Por suerte, en 1989, entró en vigor el Protocolo de Montreal que prohíbe el uso de sustancias que contienen cloro.

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En 1985, se descubrió un enorme agujero de ozono sobre la Antártida, que cada año aparece en agosto y desaparece en diciembre-enero. Además, sobre el Ártico hay docenas de pequeños agujeros.

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En marzo de 2020, los científicos del Instituto de Monitoreo Atmosférico Copérnico descubrieron que, sobre el Ártico, había aparecido el agujero de ozono más grande de la historia. Sin embargo, este no tenía nada que ver con la acción humana.

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Este enorme agujero apareció como resultado de un invierno muy frío en la estratósfera, aunque los científicos no excluyen la posibilidad de que algunos productos de la actividad humana también hayan afectado su tamaño. En una investigación del New York Times, publicada en 2018, se detectó que existen varias fábricas en el planeta que no cumplen con el Protocolo de Montreal.

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Afortunadamente, la alarma pasó, y el agujero desapareció en abril, en tiempo récord. Esto fue informado el 1 de mayo por la representante oficial de la Organización Meteorológica Mundial, Claire Nullis. Según ella, la situación ya ha vuelto a la normalidad.

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Además, gracias al Protocolo de Montreal y a la auto-curación del planeta, los científicos predicen que para 2060 la capa de ozono se habrá restaurado por completo. Aunque se observa que varias emisiones nocivas a la atmósfera pueden inhibir este proceso.

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Como has visto, existen argumentos que respaldan tanto a quienes defienden que la actividad humana es perjudicial para la naturaleza, como a quienes se oponen a tales puntos de vista. Por un lado, fue el acuerdo de 1989 el que influyó significativamente la situación actual y, por otro, el gran agujero en el Ártico mostró claramente que la naturaleza misma puede hacer frente a las amenazas emergentes.

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